Hay algo de pavoroso en la condición del hombre cuando éste se ha convertido en un ser extraño a sí mismo, pero es una fatalidad que moldea las vidas de muchos de nosotros. Parecemos cogidos dentro de una espantosa contradicción. Para hacernos valer como individuos nos relacionamos sólo con aquellas fases de la realidad que parecen promover el logro de nuestros objetivos y permanecemos divorciados del resto de ella. La enajenación del individuo de todo aquello que no influya en la prosecución de sus intereses no aflorará necesariamente al plano consciente. A menudo, como resultado de su desvinculación, el hombre enajenado logra grandes éxitos. Estos, mientras perduran, engendran una especie de entumecimiento que le hace difícil reconocer su propio extrañamiento. Sólo en tiempo de crisis comienza a sentirlo. La tesis de que las fuerzas de la enajenación predominan en nuestra era no implica que ellas no hubieran existido en épocas pasadas. Al contrario, confirma que han ido aumentando en intensidad y significación en el mundo moderno. Relacionar este desarrollo con la estructura social de nuestra época es el objetivo de este libro. El autor reconoce que este ensayo no está escrito con un espíritu de completa neutralidad sino que parte de una premisa. La creencia de que una sociedad dominada por las fuerzas de la enajenación asfixia la plena realización de las potencialidades humanas, que en tal sociedad el respeto por el individuo y por la dignidad del hombre no puede cumplirse y permanecerá dentro de la región de las ideas y pronunciamientos filosóficos. Si el juicio de valores que motivan este libro lo priva de objetividad, es algo que deberá decidir el lector.
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Hay algo de pavoroso en la condición del hombre cuando éste se ha convertido en un ser extraño a sí mismo, pero es una fatalidad que moldea las vidas de muchos de nosotros. Parecemos cogidos dentro de una espantosa contradicción. Para hacernos valer como individuos nos relacionamos sólo con aquellas fases de la realidad que parecen promover el logro de nuestros objetivos y permanecemos divorciados del resto de ella. La enajenación del individuo de todo aquello que no influya en la prosecución de sus intereses no aflorará necesariamente al plano consciente. A menudo, como resultado de su desvinculación, el hombre enajenado logra grandes éxitos. Estos, mientras perduran, engendran una especie de entumecimiento que le hace difícil reconocer su propio extrañamiento. Sólo en tiempo de crisis comienza a sentirlo. La tesis de que las fuerzas de la enajenación predominan en nuestra era no implica que ellas no hubieran existido en épocas pasadas. Al contrario, confirma que han ido aumentando en intensidad y significación en el mundo moderno. Relacionar este desarrollo con la estructura social de nuestra época es el objetivo de este libro. El autor reconoce que este ensayo no está escrito con un espíritu de completa neutralidad sino que parte de una premisa. La creencia de que una sociedad dominada por las fuerzas de la enajenación asfixia la plena realización de las potencialidades humanas, que en tal sociedad el respeto por el individuo y por la dignidad del hombre no puede cumplirse y permanecerá dentro de la región de las ideas y pronunciamientos filosóficos. Si el juicio de valores que motivan este libro lo priva de objetividad, es algo que deberá decidir el lector.